La involución social

Publicado el 20/09/2023

La involución social
En varias ocasiones he hablado con conocidos sobre la involución social en la que Occidente se encuentra inmerso, y lo cierto es que la mayoría de ellos —por no decir todos— no habían reparado en este hecho, que es algo más que evidente.
Nuestra sociedad está sumida en una decadencia draconiana, solo comparable, quizá, con la de otras civilizaciones del pasado que estuvieron al borde del colapso. Verbigracia: la civilización maya, el Imperio egipcio, el romano, el español… Todos los finales de ciclo social se han caracterizado por unas mismas pautas de comportamiento: hedonismo, nihilismo y tendencias ácratas. Al margen de esta obviedad, existe en nuestro caso concreto un problema añadido. Ese problema es precisamente el que esas personas, con las que he debatido, han intentado rebatirme. Argumentan que la evolución tecnológica, sanitaria y científica que ha experimentado la humanidad en los últimos siglos ha sido sublime. Y si bien es cierto que esto es así, no es menos cierto que dicha evolución no ha servido para que el ser humano avanzase socialmente, sino —diría yo— todo lo contrario.
Nos creemos mejores por todo ello, pero no lo somos. No hace muchos años, la televisión no existía en la mayoría de los hogares; hoy en día, todo el mundo tiene al menos dos. No solo eso, sino que además disponemos de sus correspondientes mandos a distancia para no tener que movernos del sofá, al igual que contamos con mandos para el equipo de música, el aire acondicionado, la calefacción y, en muchos casos, hasta para el sistema de subida y bajada de las persianas. Esta evolución tecnológica no ha revertido en que seamos mejores personas, sino más cómodas. Y esa comodidad, lejos de elevarnos, nos ha adormecido.
La televisión, en sí misma, es una de las razones fundamentales por las que nuestra sociedad está involucionando a marchas forzadas. La mayoría de la gente ya no necesita pensar: el locutor se encarga de decirnos qué debemos hacer, a quién votar, qué comprar, cómo educar a nuestros hijos. El colmo es que ahora nos pretenden enseñar a ser padres, hijos, dueños de mascotas, cómo mantener al Estado y cómo servir a quienes se aprovechan de él. La razón es simple: esta sociedad ha olvidado cómo cuidar de sus animales, cómo ser hijo o padre, y —sobre todo— qué es lo mejor económicamente para uno mismo.
Algunos podrían pensar que eso es evolución, ya que, teóricamente, nos enseñan a hacer las cosas mejor para no repetir los errores de nuestros padres o abuelos. Pero yo creo que el ser humano es un animal con instinto, y si se lo quitamos, no estoy seguro de que seamos más humanos por ello. Me viene a la cabeza la frase de Nietzsche: “Es la sobreprotección lo que nos conduce a lo monstruoso y decadente”. Posiblemente sea en lo único en lo que coincido con él.
Este retroceso no es solo perceptible en lo social, sino también en lo intelectual. El llamado “efecto Flynn” —un estudio sobre la evolución del coeficiente intelectual humano— demostró que, durante más de un siglo, el CI medio fue aumentando de forma sostenida. Sin embargo, desde la Segunda Guerra Mundial, esta tendencia se ha revertido en muchos países desarrollados. El ser humano, pese a vivir rodeado de avances tecnológicos, ha comenzado a pensar menos, a razonar menos, a depender más. ¿Casualidad? ¿O consecuencia directa de una cultura que premia la obediencia y penaliza el pensamiento crítico?
Pero, sin duda, donde más claramente se aprecia esta involución es en esa clase socialmente más o menos agraciada que pretende rebelarse —y de hecho lo hace— contra aquello que precisamente les ha permitido ser lo que hoy son. Me refiero a quienes ladran contra la Constitución, contra el liberalismo (culpable, según ellos, de todos los males de la humanidad), contra el capitalismo, la globalización y contra todos esos derechos logrados justamente gracias a todo lo anterior, y que ahora detestan. Lo que les permite hoy en día decir y hacer lo que dicen y hacen.
Sí, efectivamente, me refiero a la izquierda. Y no a unos u otros, sino a todos: PSOE, Podemos, IU, ERC, etcétera. Todos ellos le deben a la democracia actual y al libre mercado del que disfrutamos esa capacidad de tomar decisiones por sí mismos. Pues si hubiesen nacido en Venezuela o China, su existencia se habría visto limitada a plantar arroz o a atracar turistas en una calle sucia de Caracas.
Concluyo mi razonamiento. El ser humano ha evolucionado en función de la tecnología, la ciencia y la medicina. Pero socialmente, aun después de siglos de vida en comunidad, sigue negándose el libre albedrío, la capacidad de tomar decisiones por sí mismo. Posiblemente porque resulta más cómodo que “papá Estado” lo haga por nosotros. Algo que, sinceramente, me parece una clara involución social. Otrora, las personas eran capaces de actuar en su vida privada sin autorización de nadie o, en todo caso, de sus padres. Hoy en día, eso es complicado.
Autor: Redacción-Administrador
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Redactor jefe de Una mirada liberal. Toda una vida con las letras, toda una vida defendiendo la libertad.

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