En una terraza de un bar, una pareja con su hijo se encuentran sentados con su desayuno —café y cola cao, tostadas con aceite y un sol medio tapado por las nubes otoñales —y, sin embargo, apenas se miran. Cada uno revisa su móvil: el hombre, consulta el WhatsApp; la mujer, desliza imágenes pausadamente; el crío, sonríe mientras visualiza un video de YouTube. Es una escena que nos resulta últimamente muy familiar en nuestra sociedad.
En este artículo pretendo exponer este hecho. No como una crítica moral, sino como la constatación de una realidad de nuestro tiempo: la presencia masiva de dispositivos móviles ha contribuido, proporcionalmente, a un descenso de la atención interpersonal. Al mismo tiempo, es justo reconocer las cosas buenas que ha traído la tecnología, cómo ha crecido y cómo nos ayuda en nuestro día a día.
1. Lo que la tecnología nos ha dado
Hoy disponemos de herramientas que hace poco serían impensables. El número de usuarios de teléfonos inteligentes (smartphones) en el mundo ha alcanzado los 5,78 mil millones en 2025, lo que representa aproximadamente el 70% de la población mundial (DemandSage). En muchos hogares, además del móvil, hay tabletas, ordenadores, incluso varios televisores, consolas. En otras épocas, era ya habitual que una casa tuviera dos televisores o tres, donde los miembros de la familia se separaban para ver sus respectivos y distintos programas.
La tecnología, por tanto, ha permitido una gran expansión de la información, comunicación instantánea, entretenimiento personalizado, posibilidad de estar «siempre conectado». No es malo que exista: pensar que la sociedad tenga acceso a recursos, que una madre pueda comunicarse con su hijo desde lejos, que un abuelo pueda ver vídeos de sus nietos, aunque estén en distintos continentes, todo ello es un avance. Asimismo, disponer de más de un televisor o una pantalla en casa fue un paso hacia la comodidad individual.
2. Pero también lo que nos ha quitado
Al mismo tiempo que crecen los dispositivos, también se observa que las relaciones humanas —la conversación, la mirada, el gesto, incluso, por qué no, el abrazo —se han limitado.
Pero, volvamos a la terraza: ¿Qué pasa cuando tres personas están juntas y cada una permanece ajena? Pues que, simplemente, los cuerpos están allí, pero sus mentes no. Por tanto, tan solo comparten un espacio.
Algunos datos nos pueden ayudar a ponernos en situación: según un estudio reciente, la media global de tiempo diario dedicado al teléfono móvil es de aproximadamente 4 horas y 37 minutos (explodingtopics). En Estados Unidos, el promedio se acerca a las 5 horas y 16 minutos (harmonyhit). Y en Reino Unido, un informe de 2025, señala que los adultos pasan más tiempo al móvil (3 h 21 min) que viendo televisión tradicional (3 h 16 min) (The Guardian). Esto significa que la pantalla del móvil ha reemplazado, en muchos casos, la conversación tranquila y la interacción humana.
3. Contrapeso: tecnología buena, atención humana necesaria
Es importante reconocer que la tecnología no es el enemigo. Es útil, es parte de nosotros. Pero igual de importante es reconocer lo que podemos perder: que nuestras conversaciones disminuyan, que nuestras miradas se vuelvan fugitivas, que los momentos compartidos se conviertan en momentos simultáneos de soledad delante de una pantalla.
Volviendo a ese ejemplo de la familia de la terraza: antes, cuando la televisión era la pantalla predominante, la familia permanecía junta viendo un programa. Todos participaban de ese momento en familia. Ahora, en la terraza, la pareja sabe que está junta, pero su atención está en otro sitio, como hemos dicho anteriormente. Y esa diferencia, quizá, resulta muy sutil, pero también es muy profunda: la proximidad física no garantiza la cercanía emocional si la mente está en otro lugar. El ser humano, necesita de esa cercanía emocional, pues no somos máquinas, sino personas.
Por eso, no mantengo una visión de crítica severa al móvil, sino una invitación a recapacitar: hay una ventaja tecnológica enorme a la que no debemos ni podemos renunciar, pero hay una tendencia creciente a que el otro —quien está contigo en ese momento —quede en un segundo plano frente a un dispositivo que no deja de ser un simple objeto, un pedazo de metal.
4. Una reflexión amable con la mirada del ayer
Para aquellos que miramos al pasado, quizá con la nostalgia de otros tiempos, recordamos las sobremesas largas, sin teléfonos que distrajesen, donde las conversaciones fluían más sosegadamente, y las miradas, los silencios o las pausas, también formaban parte del diálogo.
Quiero decirles que toda época trae sus cambios irreversibles y que, en esta, hay que saber ver también la oportunidad que nos ofrece: usar la tecnología para mejorar, no para sustituir; hacer que las conversaciones con nuestros semejantes puedan tener un añadido digital, pero que siga siendo una conversación entre iguales; que el momento en la terraza con un amigo o una pareja o esa familia de la que hemos hablado, sea realmente un momento para compartir entre todos y no un grupo distante, que miran sus pantallas como zombis; y, que los televisores en las casa vuelvan a ser un motivo de reunión y no de aislamiento.
5. Conclusión
Vivimos en una era donde los dispositivos están al alcance de la mano, la conexión es instantánea, el entretenimiento y la información se multiplican. Eso es bueno. Pero, también es importante la relación humana: la conversación, la presencia, el silencio compartido, la complicidad... Igual que la familia con dos televisores introdujo un descuadre entre quienes compartían el hogar, el móvil introduce ahora un descuadre entre quienes comparten mesa, banco, paseo o desayuno. No es cuestión de demonizar la tecnología, todo lo contrario: es cuestión de equilibrarla.
En fin, este es la cuestión tal y como yo lo veo: más dispositivos, más tiempo de pantalla, supone mayores comodidades; mayor información y más accesibilidad para todos. Pero, también, menos atención al que tenemos delante y menos humanidad a nuestro alrededor.
Lo bueno es que podemos elegir qué hacer en cada momento. Quizá anteponer la familia al teléfono móvil, mientras desayunas en la terraza de un bar, sea algo que nos podamos permitir en este alocado tiempo que nos ha tocado vivir.
La tecnología: un castigo o una bendición
Publicado el 06/11/2025
Autor: Luis Molina Aguirre
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Luis Molina Aguirre
Luis Molina (Madrid, 1974) es escritor y analista de software. Fue militar y escolta privado. Es autor de novelas, relatos y poesía, aborda la intriga, el terror, la fantasía y la historia con un estilo ágil y propio mezclando misterio, emoción y reflexión.
Luis es socio fundador de "Una mirada liberal"