Me asomo con decisión a esta ventana de libertad que sin duda es “Una mirada liberal”. Por ella corre un aire fresco, libre de contaminación mediática, de maldad política y de todo aquello que pugna por someter al ser humano cual bestia. Me asomo, como digo, con la certeza de hablar libremente de aquello que otros callan, algunos ignoran y no pocos temen. Se trata, pues, de decir sin ningún pudor aquello que debe ser dicho a voz en grito y sin temor. Que se tiene que gritar a los cuatro vientos y que se le debe contar a todo aquel que quiera escuchar y a aquellos que no lo deseen. Libres serán, pues, todos ellos de hacer lo que más les plazca, pero al menos avisados quedarán.
Y bien, «¿Qué es eso tan importante que quiere decirnos este hombre?» Alguien se preguntará. ¿Qué es aquello tan importante y crucial que afirmo querer gritar?
Muy sencillo: nos creemos libres, cuando vivimos sometidos; nos sentimos plenos, cuando nos falta lo más importante del ser humano, su libre albedrio; nos pensamos que somos dueños de nuestros pensamientos, cuando son otros los que nos dan las directrices y marcan nuestro triste deambular por la vida.
En verdad, aunque pueda parecer todo este diserto exagerado, lo cierto es que somos rehenes de tipos obsesionados con decirnos cómo debemos vivir nuestras vidas. Gente que destaca por su baja calidad, por su escaso conocimiento y nula moralidad. Y lo digo con conocimiento de causa y sin ninguna animadversión. Se trata, tan solo, de la terrible constatación de un hecho. Los peores, casi siempre, son aquellos que dirigen a la mayoría. Al menos en España. Aunque estoy seguro de que no somos una excepción ni mucho menos.
Si echamos la vista atrás, podemos vislumbrar un elenco de hombres infantiles, incapaces por lo general de dirigir sus propias vidas. Tratando en vano de llevar a buen puerto, sin mucho éxito, este barco llamado España. Algunos destacaron, qué duda cabe, pero no fueron pocos aquellos de los que nos avergonzaríamos si intercambiásemos algunas palabras con ellos en un bar. En más de un artículo, en otros medios, he mencionado pasajes de la obra del gran Ortega y Gasset. A menudo sobre temas semejantes al que tramos hoy en estas breves líneas. No obstante, existe una parte en la “España invertebrada” de 1921, que merece la pena volver a recordar por lo transcendente, certero y muy a propósito que viene para mi argumentación:
«(…) Si ahora tornamos los ojos a la realidad española, fácilmente descubriremos en ella un atroz paisaje saturado de indocilidad y sobremanera exento de ejemplaridad. Por una extraña y trágica perversión del instinto encargado de las valoraciones, el pueblo español, desde hace siglos, detesta todo hombre ejemplar, o, cuando menos, está ciego para sus cualidades excelentes. Cuando se deja conmover por alguien, se trata, casi invariablemente, de algún personaje ruin e inferior que se pone al servicio de los instintos multitudinarios (…)».
Y en verdad que es esto lo que sucede. Mas no tengo muy claro que sea ceguera, sino más bien envidia insana que se desborda por los poros del alma humana. Afirmaba el bueno de Miguel de Unamuno en “La envidia hispánica” de 1909, respecto de este Pecado Capital, que:«¡La envidia! Ésta, ésta es la terrible plaga de nuestras sociedades; esta es la íntima gangrena del alma española.».
Dicho lo anterior, este pueblo, el español, también es proclive, curiosamente, a la virtud antagónica de la envidia. Obviamente, esta no es otro que la caridad. El amor a nuestros semejantes que en tantas y tantas ocasiones que ha hecho falta demostrarlo, por alguna tragedia, así lo ha hecho nuestra sociedad. Siendo España la primera en dar un paso al frente para ayudar en cualquier lugar a quien hiciese falta.
Empero, continuemos con Ortega cuando decía que:«(…) la ausencia de los “mejores” ha creado en la masa, en el “pueblo”, una secular ceguera para distinguir el hombre mejor del hombre peor, de suerte que cuando en nuestra tierra aparecen individuos privilegiados, la “masa” no sabe aprovecharlos y a menudo los aniquila (…)».
Y aquí es, sin lugar a dudas, donde se produce el terrible desvío de la humanidad como ser individual y da un giro hacia el terrible colectivismo. Es este momento cuando los peores se creen mejores y someten al que cree ser libre; Impiden el desempeño del libre albedrío a aquellos que se siente plenos; y, por supuesto, esos mismo seres inferiores les dicen qué hacer, cómo, cuándo y dónde a aquellos que pensaban que eran dueños de sus propios pensamientos.
En realidad, para lograr la libertad solo hay un camino, sinuoso, es cierto, pero que no tiene pérdida. El camino no es otro que el de la defensa de la libertad individual; el de la certeza de saber que tú, como ser humano individual, eres capaz de tomar tus propias decisiones y sacar tus propias conclusiones; que no necesitas formar parte de una manada o de un rebaño, porque eres tú el que guía tus propios pasos y decides tu presente y tu futuro y el de los tuyos. Y, en ningún caso, un tipo trajeado, o no, que aduras penas es capaz de hacer nada por sí mismo ni para él ni para los demás, más allá de beneficiarse a tu costa.
No obstante, si el amable lector piensa que exagero, por favor, dirija su perspicaz mirada hacia los actuales políticos que mal dirigen el devenir de nuestra trágicas vidas y economías. ¿A caso alguno de ellos es mejor que usted? Si su respuesta ha sido que sí, lamento informarle que este blog, “Una mirada liberal”, simplemente no es para usted. Regrese al centro del rebaño donde será indistinguible y disfrute del paseo, que pronto llegará al matadero.
El dominio de los peores
Publicado el 03/11/2025
Autor: Luis Molina Aguirre
🗨️ Comentarios
Ramón Gutiérrez - 06/11/25:
Creo que es cierto que hay una gran parte de los políticos que no están a la altura de las circunstancias, pero tampoco creo que se deba generalizar. En realidad hay muchos políticos de bajo nivel, como concejales de municipios pequeños o medianos que hacen por sus vecinos todo lo que pueden sin más premio que el reconocimiento de estos.
Aunque, es verdad que los que están arriba, no parece que tengan verdadera vocación de servicio.
Creo que es cierto que hay una gran parte de los políticos que no están a la altura de las circunstancias, pero tampoco creo que se deba generalizar. En realidad hay muchos políticos de bajo nivel, como concejales de municipios pequeños o medianos que hacen por sus vecinos todo lo que pueden sin más premio que el reconocimiento de estos.
Aunque, es verdad que los que están arriba, no parece que tengan verdadera vocación de servicio.
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Luis Molina Aguirre
Luis Molina (Madrid, 1974) es escritor y analista de software. Fue militar y escolta privado. Es autor de novelas, relatos y poesía, aborda la intriga, el terror, la fantasía y la historia con un estilo ágil y propio mezclando misterio, emoción y reflexión.
Luis es socio fundador de "Una mirada liberal"
A veces es difícil de decidir por uno mismo y no hablo de política de decisiones en general. Me gusta el artículo, es interesante