Supongo que esa es la pregunta que todo el mundo se hace en estos tiempos. La llegada masiva de la inteligencia artificial (IA) a la economía mundial es, en buena medida, una revolución productiva comparable a la máquina de vapor o la electricidad: cambiará cómo se hacen las cosas y qué tareas serán realmente importantes. Eso no significa que el cambio sea indoloro. Las estimaciones más rigurosas señalan que una proporción importante del empleo en España está expuesta a la automatización: al considerar todas las tecnologías disponibles, alrededor del 28% del empleo en España se encuentra en ocupaciones con alto riesgo de automatización. (OECD)
Desde una perspectiva liberal —económica y política— la respuesta a esta disrupción no puede ser proteger indefinidamente empleos obsoletos ni recrear privilegios sectoriales. La libertad económica, la competencia y la innovación son precisamente las palancas que permiten reconvertir recursos y generar nuevas oportunidades. Pero libertad sin red es mala política: hacen falta incentivos correctos y un sistema de seguridad que facilite la movilidad laboral, no que la bloquee.
¿Qué empleos sufrirán más? La evidencia internacional y europea apunta a perfiles que combinan tareas repetitivas, rutinarias y basadas en reglas: administrativos y auxiliares de oficina, atención al cliente básica, muchos puestos de producción industrial y ciertas tareas del comercio minorista y la logística que se pueden estandarizar. Además, funciones de transporte que dependen de conducción o seguimientos sencillos son susceptibles a soluciones automatizadas. La literatura económica moderna y estudios de consultoras indican que la demanda de trabajos de oficina, producción y servicio al cliente tenderá a disminuir frente a la adopción intensiva de IA. (McKinsey & Company)
Pero no todo es destrucción. La sustitución de tareas crea demanda por nuevas capacidades: especialistas en IA (desde ingenieros de datos hasta científicos de datos), perfiles de operaciones y seguridad de IA, diseñadores de interfaces conversacionales, expertos en ética y cumplimiento, así como ocupaciones que combinan habilidades humanas difíciles de automatizar (juicio profesional, creatividad, empatía, cuidado sanitario, enseñanza personalizada). Consultoras como PwC han detectado además un crecimiento palpable en ofertas de trabajo que demandan competencias relacionadas con IA, señal de que la penetración tecnológica genera empleo calificado y mayor productividad. (PwC)
En España la adopción empresarial de IA está creciendo: en 2023 el 9,2% de las empresas españolas ya habían incorporado soluciones de IA, por encima de la media europea, lo que sugiere que la transformación está en marcha y que la trayectoria es de adopción creciente. (digital-strategy.ec.europa.eu)
¿Qué política pública liberal deberíamos proponer? Tres ejes claros:
1. Incentivos a la formación y portabilidad: sustituir subvenciones clientelares por vouchers individuales de formación y créditos fiscales a la inversión privada en formación: quien pierda su puesto debe tener recursos inmediatos para reciclarse y poder elegir formación en el mercado.
2. Desempleo cobrando al 100% y reducción del subsidio a 12 meses: resulta imprescindible fomentar el empleo y no el subsidio. Para ello se debe pagar al desempleado el 100% de la media de las últimas 24 nóminas y reducir el tiempo de desempleo a 12 meses. El objetivo debe ser el reciclaje o cualificación de aquellas personas que por alguna circunstancia hayan perdido su empleo. En ningún caso debe perdurar el sistema actual de subsidio sine die donde lo que se fomenta es la desidia y el clientelismo.
3. Mercado laboral flexible con una red de seguridad eficiente: reducir barreras a la contratación y, a la vez, modernizar el seguro de desempleo hacia esquemas temporales y combinables con emprendimiento (por ejemplo, permisos para compatibilizar formación, búsqueda y testeo de ideas empresariales sin perder la ayuda).
4. Impulso a la innovación y a las PYME: incentivos fiscales temporales a la inversión en IA y en I+D, más facilidad para la creación de startups, y políticas que favorezcan la adopción de IA por las pymes —ayudas condicionadas a formación interna y a contratos estables— en vez de subvenciones amplias e indiscriminadas.
¿Por qué una agenda así es liberal y justa? Porque mira al futuro con confianza en la iniciativa privada, pero reconoce que los mercados funcionan mejor cuando los individuos pueden adaptarse y cuando los costes de transición (pérdida de empleo, costes de formación) se atenúan. La alternativa estatista —prohibir tecnologías, imponer cuotas de empleo para sectores concretos o encogerse ante el progreso tecnológico— solo retarda la adopción, reduce la competitividad y empobrece a largo plazo.
No hay que confundir velocidad con inevitabilidad: cómo gestionemos la transición importa. Un diseño inteligente de políticas puede transformar una amenaza en palanca de prosperidad. McKinsey, por ejemplo, estima que con el auge de la IA generativa una proporción importante de horas de trabajo podría automatizarse en la próxima década, pero también subraya que la demanda por profesionales de alta cualificación y por roles complementarios crecerá si la economía invierte en habilidades. Esto implica que España puede capturar dividendos de productividad —y con ello poder pagar mejores salarios— si acompasa formación, regulación y apertura al capital y la innovación. (McKinsey & Company)
En definitiva, el progresivo reemplazo de tareas por la IA plantea retos reales para regiones y colectivos concretos (jóvenes en empleos de baja cualificación, zonas con tejido productivo rígido). La respuesta debe combinar mercados que asignen recursos eficientemente (capital, talento) y un Estado que facilite la transición con seguridad, formación y movilidad. No es cuestión de frenar el tren tecnológico: es de subir al tren con la mejor maleta de habilidades posible.
España puede hacerlo: ya hay más de 22 millones de ocupados y un mercado laboral dinámico que, bien dirigido, puede reconvertir talento y crear oportunidades de mayor valor añadido. La clave es simple: menos privilegios para lo que desaparece, más incentivos para lo que viene, y una red que permita a cada trabajador reinventarse sin caer en la marginalidad. Esa es la receta para que la IA sea, al final, una oportunidad para la libertad económica y para el bienestar compartido. (ine.es).
Fuentes:
OECD
McKinsey & Company
PwC
digital-strategy.ec.europa.eu
Notas:
Como ejemplo de lo que puede hacer una IA, este artículo ha sido creado integramente por ChatGPT, incluida la imagen, tan solo dándole la información necesaria respecto de qué se esperaba del artículo.
El redactor tan solo ha introducido alguna modificación encaminada a la mejor comprensión del artículo.
IA: ¿riesgo u oportunidad?
Publicado el 24/10/2025
Autor: Redacción-Administrador
🗨️ Comentarios
Rosana Mateo - 27/10/25:
La inteligencia artificial (IA) representa un avance tecnológico que tiene el potencial de transformar profundamente nuestra vida cotidiana. Su capacidad para procesar grandes volúmenes de información en poco tiempo permite optimizar tareas que antes consumían mucho esfuerzo y recursos, desde la atención médica hasta la educación y la industria. Por ejemplo, en medicina, la IA puede analizar imágenes y datos de pacientes para detectar enfermedades de manera temprana, aumentando las probabilidades de un tratamiento exitoso. En el ámbito empresarial, ayuda a mejorar la eficiencia operativa, automatizando procesos repetitivos y liberando a los trabajadores para que se concentren en tareas más creativas y estratégicas. Además, la IA fomenta la innovación en campos como la investigación científica, la movilidad autónoma y la sostenibilidad ambiental. Su capacidad para aprender y adaptarse a nuevos contextos ofrece oportunidades únicas para resolver problemas complejos que serían imposibles de abordar de manera manual. En definitiva, la IA tiene el potencial de mejorar significativamente la calidad de vida, incrementando la productividad, reduciendo errores y ofreciendo soluciones más rápidas y precisas en diversos sectores.
La inteligencia artificial (IA) representa un avance tecnológico que tiene el potencial de transformar profundamente nuestra vida cotidiana. Su capacidad para procesar grandes volúmenes de información en poco tiempo permite optimizar tareas que antes consumían mucho esfuerzo y recursos, desde la atención médica hasta la educación y la industria. Por ejemplo, en medicina, la IA puede analizar imágenes y datos de pacientes para detectar enfermedades de manera temprana, aumentando las probabilidades de un tratamiento exitoso. En el ámbito empresarial, ayuda a mejorar la eficiencia operativa, automatizando procesos repetitivos y liberando a los trabajadores para que se concentren en tareas más creativas y estratégicas. Además, la IA fomenta la innovación en campos como la investigación científica, la movilidad autónoma y la sostenibilidad ambiental. Su capacidad para aprender y adaptarse a nuevos contextos ofrece oportunidades únicas para resolver problemas complejos que serían imposibles de abordar de manera manual. En definitiva, la IA tiene el potencial de mejorar significativamente la calidad de vida, incrementando la productividad, reduciendo errores y ofreciendo soluciones más rápidas y precisas en diversos sectores.
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Redacción-Administrador
Redactor jefe de Una mirada liberal. Toda una vida con las letras, toda una vida defendiendo la libertad.
A pesar de sus ventajas, la inteligencia artificial presenta riesgos importantes. Puede generar desempleo al reemplazar trabajos repetitivos y contribuir a la desigualdad económica. Además, si se entrena con datos sesgados, la IA puede perpetuar discriminación en decisiones sobre empleo, justicia o educación. La dependencia excesiva de estas tecnologías también puede afectar nuestra capacidad de pensar críticamente y resolver problemas por nosotros mismos. A esto se suman preocupaciones sobre la privacidad y la seguridad, ya que los sistemas manejan grandes cantidades de información personal vulnerable a abusos. Sin regulaciones claras, el desarrollo de IA avanzada plantea dilemas éticos sobre control, autonomía y el impacto social a largo plazo. En resumen, la IA, sin precauciones adecuadas, puede traer consecuencias negativas significativas.